Así se propaga el coronavirus en la Villa 31

La Garganta Poderosa difundió a través de las redes sociales la historia de Ramona Medina, una vecina de la Villa 31, cuya suerte resume el drama del coronavirus en los barrios pobres del distrito más rico de la Argentina.

La comunicadora del colectivo es insulino-dependiente y convivía en una misma casa con una hija discapacitada y otros seis familaires, que esperan ser «relocalizados» desde 2016. 

El Gobierno porteño nunca reubicó a la familia. Ramona está internada desde el martes pasado, con intubada, afectada por la Covid-19, y ahora confirmó el contagio de cinco miembros de su familia, mientras las otras dos integrantes del grupo familiar esperan los resultados de sus análisis.

Este es el texto que difundió La Garganta Poderosa:

Cuando la casa 79 de la manzana 35 en la Villa 31 se quedó sin agua, el Barrio Mugica tenía 13 casos confirmados y ninguna respuesta real a la crisis habitacional de muchísimas familias que comprendían vecinos en grupos de riesgo. Pero esa casa no era un caso más. Ahí esperaba Ramona, insulino-dependiente, cuidando a una hijita en silla de ruedas, con Síndrome de West y Síndrome de Aicardi, que no puede hablar, ni comer sola, ni plantear síntomas, ni mantener la postura: requiere oxígeno por las noches y una asistencia total. Junto a ellas, también ahí, estaban viviendo su pareja, otra hija, su cuñada de 62 años, su cuñado de 68, su sobrino con problemas cardíacos y su sobrina diabética. No por capricho, esperaban su relocalización hace 4 años. Intensificaron su reclamo en 2018, cuando debió materializarse la mudanza. Y más aún cuando se declaró el aislamiento social obligatorio. Y más aún, cuando los dejaron sin una gota en la canilla. Pero nunca llegó la vivienda, ni la respuesta, ni el agua. Llegó el coronavirus.

Hace tres días, Ramona está intubada, sedada, con respirador. Y su compañero, como su sobrino, todavía está esperando los resultados. Pero sus dos hijas, su sobrina y sus cuñados, ya están entre los nuevos confirmados.

De las decenas de videos que hizo Ramona para que alguien la viera, para que alguien la escuchara, para que alguien la rescatara, el último terminó con lágrimas, de angustia, de impotencia, de verdad. Lo improvisó indignada, mientras Diego Santilli explicaba en el programa de Laje que «la situación de la 31» ya estaba «controlada». Y lo grabó en ese mismo momento, para enviárselo a Leandro Santoro que iba como invitado al programa de Fantino, un rato después. Por los tiempos de la televisión, sus palabras no salieron en América TV, pero se publicaron por enésima vez en La Garganta, y también en Telefé, y también en la TV Pública. Lamentablemente, parece, nadie lo vio. Como pudo, siguió respetando la cuarentena, relegando todas sus tareas comunitarias y todos sus demás quehaceres laborales, a la espera del postergado traslado que finalmente llegó, llegó antes que la «normalización del agua», pero terminó siendo un traslado sanitario con un cuadro de neumonía, hacia el hospital donde le diagnosticaron Covid-19.

A los demás miembros de su familia, todos sus convivientes, apenas les tomaron la temperatura. Ahí, el testeo sólo se les realizó a su compañero y su sobrino, en el Polo Educativo María Elena Walsh, incumpliendo los protocolos de cuidado y prevención, a este nivel: los pacientes hisopados deben esperar sus resultados afuera del edificio, donde se concentra inevitablemente una insólita reunión de vecinos o desconocidos que se dividen unos minutos después, entre quienes emigran del barrio y quienes regresan a sus casas.

Sí, de verdad.