A 5 años de la muerte de Eduardo Galeano

Con cada uno de sus libros, el escritor y periodista, autor de Las venas abiertas de América Latina y Memoria del fuego, logró transfigurar las conciencias hermanadas de la región

El hombre de los abrazos era un “testigo de ojos abiertos y oídos atentos” que ayudaba a mirar. El pretérito imperfecto no anula la electricidad de una escritura que enciende los fueguitos de la memoria; historias que indagan en el sufrimiento y la esperanza de quienes han sido despojados de sus riquezas por obra y desgracia de la explotación y el saqueo sistemático de las potencias capitalistas. Si se puede ser desobediente cada vez que se reciben órdenes que humillan la conciencia y violan el sentido común, también vale ser insumiso con los tiempos verbales.

A cinco años de su muerte, Eduardo Galeano es uruguayo y argentino, pero también podría ser chileno, colombiano, guatemalteco, mexicano, boliviano o paraguayo; un curioso fenómeno de ciudadanía múltiple porque con cada uno de sus libros logró transfigurar las conciencias hermanadas de América Latina.

Eduardo Germán Hughes Galeano –que nació en Montevideo el 3 de septiembre de 1940 en el seno de una familia de clase alta y católica de ascendencia italiana, española, galesa y alemana- fue un niño muy creyente. Sabía que esa búsqueda de dios en los demás permanece, aunque la figura de Dios con mayúscula se cayó “por el agujerito del bolsillo y nunca más lo encontró”, como él mismo recordaba ese período místico de la infancia. Pudo convertirse en un Picasso rioplatense cuando empezó a garabatear dibujos en la adolescencia. Sus primeras caricaturas las publicó en El Sol, un semanario socialista de Uruguay, con el seudónimo de Gius. En los años 60 fue editor del semanario Marcha y luego director del diario Época.

 Tenía 31 años cuando publicó Las venas abiertas de América Latina (1971), un texto que encarnó la educación sentimental y política de varias generaciones, un clásico de la izquierda latinoamericana por el cual fue censurado por las dictaduras uruguayas, chilena y argentina. ¿Cuántos escritores son capaces de cuestionar en retrospectiva algunas de sus obras más emblemáticas, esas que los proyectan para siempre en una comunidad o en el mundo, admitiendo que han envejecido mal?