Marcos Martínez es un vecino de la ciudad de Chivilcoy, que creció en la ciudad en la década de los ’80, época en la que una de las mayores diversiones de las tardes era ir a jugar a «la pelota» con los chicos del barrio. Marcos Martínez, de reconocida trayectoria en el fútbol local, tuvo la suerte de que en su barrio, un terreno baldío hiciera las veces de potrero, donde todos los pibes de la cuadra se juntaban a pegarle a la pelota de lo que hubiera, ya que muchas veces el papel, la tela o cualquier material hacia las veces de lo imprescindible para formar algo que se dejara patear. Para Marcos Martinez, la esquina de Dean Funes y calle 78 supo ser entre el ’80 y el ’90 el lugar de encuentro de decenas de pibes que se concentraban a sentirse Messi (o Maradona en esos tiempos) por un rato. Un lugar que era punto de encuentro para escuchar partidos por la radio, ya que no todos tenían la posibilidad de verlo por la televisión. Hoy, casi treinta años después, Marcos Martínez descubre que en ese lugar, donde supo jugar las finales más importantes de su trayectoria como futbolista, la ilusión de su potrero se derrumbaba entre la tinta de un cartel que afirma «Prohibido jugar al fútbol».
Ese lugar, que supo definir partidos por la gaseosa, por la vuelta manzana, por los dos pesos (tan valiosos en esos años), hoy deja de ser un lugar donde los pibes puedan concentrarse a patear la pelota como lo hacían él y sus vecinos. Hoy, Marcos Martínez relata su dolor a través de las redes sociales, donde convoca a quienes supieron disfrutar junto a él de ese lugar que supo ser la Bombonera, el Monumental y hasta incluso el Bernabéu. Hoy, Marcos Martínez y sus amigos jugaron por última vez en la esquina de Dean Funes y calle 78. Fue un adiós al potrero, a la canchita, al espacio verde donde la pasión forjaba amistades de hierro y la esencia del fútbol se fogueaba.