La dimensión ética del Trabajo Social

Siguiendo a Mario Heler, nuestras cuestiones éticas giran en torno de la autonomía de los involucrados en la convivencia, buscando en nuestras interacciones el respeto y el reconocimiento reciproco entre seres igualmente libres para desplegar la forma de vida libremente elegida por cada uno y sin atentar contra la dignidad personal.
De lo que se trata en la autonomía es de actuar y no de ser actuados. Somos personas, funcionamos socialmente dentro de los dispositivos sociales dados (las instituciones sociales en las que somos socializados) y para preservar y continuar, para reproducir estos dispositivos. Pero en las sociedades modernas esta reproducción de las instituciones exige una autonomía de sus miembros nunca dada en su plenitud de una vez y para siempre.
La autonomía implica la capacidad, que significa el poder de actuar por uno mismo. Pero este poder no se encuentra en forma aislada en el sujeto autónomo, sino que se manifiesta en las interacciones de los sujetos, interacciones que en la modernidad se hallan orientadas por el ideal ético del respeto y el reconocimiento recíprocos.
Otra forma de definir autonomía nos invita a pensar en el ejercicio responsable de la libertad.
Ser responsable significa ser capaz (tener poder) tanto de dar respuesta a la pregunta acerca del porqué de nuestras decisiones y acciones, así como de hacernos cargo de sus consecuencias.
Hacerse cargo de las consecuencias de las acciones está vinculado a la sanción y la culpa, aunque debería conectarse con el aprendizaje, a partir de los errores, y con la reparación.
La pregunta acerca de por qué elegimos un curso de acción opera tanto en el momento de la deliberación acerca de qué decisión tomar como luego, cuando tenemos que justificar nuestro accionar.
La significación de la autonomía se desdobla en dos preguntas:
– cumpliré o no con mis obligaciones?
– cuáles son mis obligaciones?
La primera depende de la respuesta a la segunda, y ésta supone que nos hacemos responsables también de los criterios que justifican nuestras decisiones, la validez de la ley que acatamos por propia decisión. Tratar de ser autónomos supone la reflexión crítica sobre la situación conflictiva pero también sobre nuestras obligaciones.
Debemos comprometernos con una revisión crítica de la propia identidad profesional como Trabajadores Sociales; una revisión siempre relativa y fragmentaria, que va produciendo modificaciones, en conjunción con luchas de poder y cambios en las practicas.
La tarea es individual y a su vez grupal, es la forma de dar cuenta de la propia profesión y construir entre los miembros de la comunidad profesional un sentido de la ocupación, donde tengan lugar el respeto y el reconocimiento de todos los involucrados: actores sociales y colegas, instituciones, otras profesiones y otros colectivos.
Resulta entonces que la reflexión ética en los ámbitos profesionales tienen este doble papel complementario de elucidación y deliberación critica dentro del proceso de toma responsable de decisiones.