Sergio Massa, el “perro” del General Perón

“Yo tenía un perro que se llamaba León, y yo lo llamaba… León, León, y León venía, pero yo sabía que no era un león, era un perro. Lo mismo pasa con algunos que se llaman peronistas: los llamo y vienen, pero yo sé que no son peronistas”, decía Juan Domingo Perón. ¿Estaba hablando de Sergio Massa?

 

peron y  perros

Nacido en San Martín un 28 de abril de 1972, quien hoy es señalado por los sectores concentrados como el próximo presidente, acarrea un oscuro pasado plagado de traiciones, siempre en el marco de un estrecho vínculo con los Estados Unidos.

Aunque hoy levante las banderas justicialistas y un sector del partido, en medio del caos que sigue a una derrota electoral, lo mire con mucho cariño, lo cierto es que Massa jamás se identificó con el peronismo.

Comenzó su carrera política a mediados de los ’90 en la UceDé de Alsogaray. Su discurso, por entonces, era esencialmente liberal y antiperonista. Massa jamás leyó a Perón. Quizás eso explique su extraña respuesta cuando en un programa de televisión le preguntaron quién era el autor de la frase “he visto malos que se han vuelto buenos, pero no he visto jamás un bruto volverse inteligente”. “¿Carrió?”, contestó, divertido. La sonrisa se esfumó rápidamente cuando le revelaron la respuesta.

Luego desembocó en el PJ, como era natural en ese entonces: el peronismo resultaba un salto garantizado hacia el poder. Allí lo apadrinaron Ramón “Palito” Ortega y el gastronómico Luis Barrionuevo.

Desde entonces, buceó por las aguas menemistas, donde conoció a su actual esposa Malena Galmarini. Massa mantuvo una relación clandestina con la joven, ya que se encontraba de novio hacía varios años con otra mujer, incluso con promesas de matrimonio: una de las primeras traiciones de las tantas que vendrían.

Finalmente, los vínculos que le proporcionaba el padre de Malena, Fernando Galmarini, lo llevaron a dejar a su pareja y casarse con ella. La boda tuvo como invitado de honor, nada más y nada menos, que a Carlos Saúl Menem.

Su suegro fue el encargado de acercarlo a Eduardo Alberto Duhalde, quien le permitió, con sólo 27 años, alcanzar su primer escaño. Fue tan estrecha la relación que forjaron, que el “Cabezón” le confió un puesto clave durante su presidencia interina: la caja del Anses.

Su apogeo llegó en 2007, cuando ganó la intendencia del partido bonaerense de Tigre, convirtiéndose en uno de los jefes comunales más jóvenes. Lo primero que hizo fue invertir millones en publicidad y marketing. Se encargó de que el distrito quede implacablemente asociado a su apellido; incluso cedió una isla para la realización de un reality show de Ideas del Sur, garantizando que lo destaquen en cada uno de los programas.

Sin embargo, un rápido análisis alcanza para darse cuenta que su gestión no tuvo ni una pizca de peronismo. Massa permitió que los countries ocupen el 60% de la superficie territorial de Tigre. Más de 150 kilómetros los destinó a los complejos de lujo. En este amplio territorio, solo vive uno de cada diez tigrenses; los otros nueve se encuentran condenados a la desidia y la exclusión, padeciendo gravísimas inundaciones, producto de la intervención de la tierra para construir las mansiones.

Ya con Cristina Fernández de Kirchner como presidenta y en pleno conflicto con el campo, Massa se puso la camiseta de “kirchnerista de paladar negro”, lo que lo llevó a ocupar la Jefatura de Gabinete luego de la renuncia de Alberto Fernández. Pero su paso fue breve: duró menos de un año  y se fue envuelto en un manto de dudas por su accionar en torno al canje de deuda con los holdouts.

La ascendente carrera política de Massa se explica, en gran parte, por su vínculo con la embajada norteamericana. Los documentos filtrados por la red Wiklileaks no dejaron ninguna duda al respecto.

En primer lugar, pusieron al desnudo que jamás había sido leal al kirchnerismo, a pesar de haber ocupado un puesto clave en el Gobierno de Cristina. Massa decía que la ex presidenta estaba “sometida” por su marido, que era una “psicópata” y un “monstruo” y que no tenía “ninguna posibilidad” de ganar las elecciones de 2011: una deficiente visión del panorama político, ya que ese año Fernández de Kirchner triunfó con el 54% de los votos.

Pero eso no es todo. En 2009, Massa fue a rendir tributo a la embajada de Estados Unidos durante el conflicto de Kraft (ex Terrabusi). Los cables revelaron que “Massa dijo tres veces que creía que la compañía estaba en lo justo cuando echó a 155 trabajadores por no ir a trabajar en julio y luego tomar de rehenes a gerentes de la planta en julio. Insinuó que los líderes sindicales de la planta son extorsivos y no razonables”. ¿Y ahora se presenta como defensor de los trabajadores?

Una de las fuentes de Wikileaks es, casuamente, Jorge O’Reilly, ex asesor de Massa, miembro del Opus Dei y hombre de la Embajada. O’Reilly es, además, el dueño de EIDICO S.A, la mayor empresa inmobiliaria de Tigre. Amigos son los amigos.

El ex intendente rompió con el kirchnerismo en 2013, avalado por una impresionante maquinaria mediática. Se llevó un grupo importante de jefes comunales y fundó el Frente Renovador, partido que ganó las elecciones intermedias de ese año. De esta manera, Massa creyó que tenía las presidenciales del 2015 aseguradas.

Pero su figura sufrió un gran desgaste público cuando Clarín decidió soltarle la mano y apoyar la candidatura de Mauricio Macri. Quien en 2013 parecía tener el sillón de Rivadavia garantizado, ahora se veía envuelto en graves denuncias de narcotráfico, convirtiéndose en el centro de las burlas cuando su espacio sufría un imparable éxodo de dirigentes que corrían al calor de Daniel Scioli.

A principios de 2015, Massa ocupaba el tercer lugar en las encuestas, y el multimedio exigía a gritos que se baje de la contienda electoral. En un intento desesperado, el tigrense visitó a Héctor Magnetto y le pidió una tregua. Días más tarde, el matutino le dedicaba una página completa al lanzamiento de su candidatura y una editorial favorable de Julio Blanck titulada “El techo de Macri y el piso de Massa”. Pero la negociación no fue suficiente: el ex jefe de Gobierno porteño seguía siendo el predilecto.

Ya con Macri como presidente, Massa optó por subirse al barco de su triunfo electoral y construir una oposición absolutamente funcional al nuevo gobierno. Además de votarle todos los proyectos de ley en el Congreso, lo acompañó en un viaje a Davos, donde el flamante mandatario lo condecoró como “el próximo presidente del Partido Justicialista”. El líder del Frente Renovador no tuvo ningún pudor en defender la entrega a los fondos buitre, la detención ilegal de Milagro Sala y la vuelta a las auditorías del Fondo Monetario Internacional.

Sin embargo, los últimos sucesos marcaron una fuerte caída en la aprobación del Gobierno. La crítica situación económica que vive la gente, sumado a los injustos tarifazos, provocaron una masiva movilización el pasado jueves 14 de junio, con cacerolazos a lo largo y a lo ancho del país. Massa, ni lento ni perezoso, se limpió los todavía frescos besos del presidente y salió a esbozar duras críticas hacia las “políticas de ajuste”. Sí, siete meses después y luego de la reacción popular, el dirigente advirtió que algo no andaba bien.

El eterno oportunista político se presenta hoy como el líder aglutinador del peronismo, el Mesías que puede salvar al movimiento, uniéndolo y reestructurándolo. Igual que sucedió en el 2013, los camaleones ya están listos para saltar al barco que vuelve, de a poco, a cosechar el apoyo de Magnetto. Esto sí que no es innovador: los caciques bonaerenses siempre han priorizado la quintita local a la pertenencia a un proyecto político integrador.

Pero, luego de recorrer esta historia, ¿puede alguien creer en las buenas intenciones de Sergio Massa?

InfoBaires 24