El regalo a Milagro Sala y un rosario de detalles

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Los entretelones del obsequio del Papa Francisco a la líder de Tupac Amaru contados en un informe de Crónica. Historias de encuentros anteriores.

17/02/2016 
En junio de 2014, el papa Francisco, recibió a Milagro Sala, la líder de la organización social Túpac Amaru. No fue sola. La acompañaban otros dirigentes coyas, guaraníes y diaguitas.

Ella fue sincera, le dijo que respetaba todas las celebraciones, las compartía pero que estaba un poco decepcionada de la jerarquía eclesiástica por el destrato que siempre tuvieron con los pueblos originarios.

Francisco les pidió perdón. Sólo les comentó que dentro de lo posible guardaran discreción porque él se iba a encargar, personalmente, de hacerlo público. Cuando llegó a La Paz en su gira por Latinoamérica, se lo vio emocionado. Parecía que estaba mirando a los ojos a cada uno de los de la multitud. Sus primeras palabras fueron: “Tierra inocente. Perdón”.

A Milagro no la sorprendió porque sabía. Ella salió del encuentro con Su Santidad, conmovida por la humildad y porque sabía, perfectamente, quién era.

Francisco conocía su historia de vida y su trabajo social. A Milagro, su madre biológica la abandonó en una caja de cartón frente a un hospital en Jujuy. Pasó por todas las miserias humanas que pueda soportar una persona. Aprendió del sufrimiento de ser pobre. Eso lo sabe muy bien el Papa. Él atesora “la chuspa”, que ella le regaló. Se trata de una bolsa tejida con hojas de coca. Algo muy típico. É tiene por costumbre rifar los regalos que le hacen una vez cada tanto, para destinar el dinero a los pobres. Esta es una excepción. Él le entregó, en una caja blanca, un rosario de perlas frías, con el sello papal, del cual Milagro no se separa. Es más, lo tiene en su celda colgado en la pared.

A través de Enrique Palmeyro, director de Scholas Ocurrentes, le envió otro idéntico pero en lugar de perlas es de semillas blancas en un estuche marrón también con el sello papal. Éstos, por una cuestión de practicidad, suele llevarlos encima y los reparte él mismo. En el acampe, los aborígenes rezan ante una imagen de la Virgen de Luján por quien sienten devoción y un amor incondicional por Francisco, que sonríe desde las fotos con Milagro. Hasta el corazón de ellos llegó la Virgen y Su Santidad. Ruega por nosotros

 Alicia Barrios