1 de mayo y los días más felices

Un día como hoy de 1949, los argentinos juraron la Constitución más evolucionada del mundo. La primera entre todas las existentes en establecer derechos humanos. Quedaban incorporados allí los DERECHOS DEL TRABAJADOR, que tiempo antes había anunciado el General Perón.  Quiso el destino que Evita, en 1952, diera su último discurso público desde los balcones de la Casa de Gobierno, cuando para todos los trabajadores el 1º de Mayo no era un día de protestas y reclamos, sino un día de fiesta.

El Congreso de Abril de 1950 de la CGT, conducido por el secretario general José Espejo, y en representación de 707 organizaciones sindicales del país, había asumido una postura política: SE DECLARARON PERONISTAS.

La CGT, fundada en septiembre de 1930, era la confluencia de dos centrales y tuvo dirigentes socialistas hasta el advenimiento del peronismo.

Anarquistas, socialistas, comunistas, sindicalismo combativo, inspiradores antes del advenimiento del peronismo, del modelo sindical, eran reemplazados ahora por el actual, después que la Constitución, por primera vez en la historia establecía los derechos del trabajador, que compartían con los de la ancianidad, los de la niñez, los de la mujer, que por otro lado por primera vez iba a tener derecho a elegir y a ser elegida.

El 1º de Mayo también es el recuerdo ignominioso de la entrega del Pacto Roca Runciman firmado en Londres, donde el enemigo histórico del país veía como sus lacayos lo servían, le regalaban la carne y endeudaban a la Argentina.

Perón ya había nacionalizado las empresas en poder de los ingleses, que incluía al mismísimo Banco Central. Y por eso el pirata comenzó a financiar la insurrección contra el gobierno nacional. Un coronel Suarez de filiación radical en 1951 y un supuesto nacionalista clerical y oligarca, Benjamín Menéndez, ya se habían intentado levantar contra el gobierno popular.

Evita, ese 1º de Mayo de 1952, les pega duro y reafirma la tercera posición.

Tres años después el golpe cívico militar, masónico y pro británico que se auto llamó revolución libertadora, comenzó la hecatombe que hoy vivimos.

El pueblo la bautizó “la fusiladora” y habría que agregarle “la liquidadora” y “la endeudadora”. Y de un país acreedor sin deuda externa el radical Eugenio Blanco, ministro de Economía de la fusiladora, y su asesor Raúl Prebisch, nos hicieron socios del Fondo Monetario Internacional comenzando un endeudamiento que hoy ronda unos 400.000 millones de dólares.

Prebisch también fue asesor de Alfonsín.

Y salvo el periodo 73/76, donde se bajó de 11.000 millones a 8.000, hasta el día de hoy, todos gobernaron acrecentando el endeudamiento externo e interno.

Por eso hoy, Día de los Trabajadores, ya no es más la fiesta del trabajo. Es casi un ruego por pan, tierra, techo, trabajo y queda en el sueño la dignidad de una Patria justa, libre y soberana.

No hay nada que festejar. El 1º de mayo volvió a ser día de queja y protesta.

Gobernar es crear trabajo. La política fracasó por la cantidad de desocupados y semiocupados del país. Los que tuvimos la suerte de vivir los años más felices mantenemos la añoranza y la utopía.

De los argentinos del siglo XXI depende. Argentina será libre y soberana o la ceocracia, como en otras partes del mundo, gobernará con los gerentes de las empresas privadas.

Perón cumplió aquel apotegma que decía que mejor que decir, es hacer, y mejor que prometer es realizar. 120.000 obras públicas en los años más felices dieron pleno empleo, no había desocupación ni villas, y los hijos que habían nacido en los conventillos de los obreros vivieron en casas confortables y fueron médicos, ingenieros, sacerdotes, periodistas o deportistas.

Hoy existen los “ni”, ni estudian ni trabajan. Las villas siguen creciendo y la única ocurrencia es disfrazarla de barrio.

“Yo partiré alguna vez y le dejaré mi recuerdo a los imperialismos”. Esa frase sentencia de Perón se cumplió. No pueden vencer todavía al modelo sindical. Van por ello.

La seguimos mañana a las 6 por AM 650 Radio Belgrano.

Miguel Angel De Renzis