Doble Vida: Cesar Tosoroni, el bombero que corre de la pista a las llamas

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Federico Sánchez Parodi PARA LA NACION

Fotos: Guillermo Talento 

El atleta logra combinar dos pasiones: apagar incendios con la velocidad en la pista y la calle. «De chico sabía que iba a ser bombero voluntario», dijo

El fuego está controlado, eran sólo unos pastizales pero ya se apagó el principio de incendio, perdón que te haya tenido que cortar. Ahora podemos continuar con la nota», dice con total serenidad César Tosoroni. No, no es chiste. El oriundo de Chivilcoy, de 30 años, combina su vida de atleta con el rol de bombero voluntario en su ciudad.

César nació en 1986, el mismo año en que se inauguró la pista de atletismo del Polideportivo Municipal donde hoy pasa gran parte del día, tanto entrenando como trabajando para la Secretaría de Deportes local.

Con una pista con base de conchilla, realiza pasadas bajo la mirada de Emir Sosa, su entrenador, en el Círculo de Atletas. «De chico sabía que iba a ser bombero y al terminar el secundario, un compañero me alentó para que empezara, hasta que el Día de la Virgen del Carmen, en medio de la procesión me dijeron que iba a formar parte del cuerpo activo. Fue algo único que reafirmó mi vocación de ayudar», recuerda.

A sólo mil metros

Diez cuadras separan al cuartel de la pista de atletismo. Cuando la sirena suena, las pasadas quedan a un lado y César deja todo, se sube a la moto y recorre los 1000 metros en menos de dos minutos, con 180 segundos para vestirse y estar arriba del camión hidrante. «Entreno con un handy al lado. Cuando se escucha la alarma, nos informan acerca del tipo de alerta. Si estoy lejos o muy concentrado y no llego a oír la sirena, mi entrenador me grita y hace señas para que me vaya», cuenta. Pasadas, entrenamientos de cross o también trabajos de potencia para ganar fuerza en las piernas son algunos de los estímulos que debe hacer.

El corredor de Chivilcoy se anima a todas las distancias. Y si no tiene a su alcance un lugar natural para entrenar, busca recrear las dificultades para prepararse. Eso le permitió estar en el 9no Campeonato Nacional de Montaña que se realizó en junio pasado en Famatina, La Rioja. Como representante de la región de Buenos Aires, Tosoroni dio la sorpresa al llegar en el 5to lugar (recorrió los 12 kilómetros en 46m57s), dejando atrás a competidores locales, de Córdoba y Catamarca.

Cambio de hábito

El poco tiempo que tiene César para dejar las zapatillas y vestirse de bombero a veces lo lleva a no poder cambiar el aire. «Estaba haciendo pasadas de 800 metros. Era un sábado con un entrenamiento fuerte, al 100% y las piernas no lograban llevarme a más de 2m35s. Estaba en medio de la última pasada y a falta de 200 metros escuché la sirena. Dejé la vida sin pensar en la marca, sino para llegar a tiempo antes de que saliera el camión. Paré el reloj en la raya final y me fui. Después de apagar el incendio llegué a casa y recordé mirar el cronómetro. Dio 2m27s», relata riéndose.

En más de una ocasión, el bombero debió disimular la pesadez en las piernas, producto de una gran carga de lactato. «Una vez me temblaba todo el cuerpo arriba del camión, pero lo importante fue que llegué a tiempo», dice con el sabor de doble deber cumplido.

Vivir al límite

Un segundo en su marca puede costarle a César entrar primero o segundo en una carrera. En su rol de bombero, en cambio, puede tratarse de vida o muerte. Lo mismo sucede con la calma en las situaciones más extremas. «En medio de un incendio, lo tenés que manejar lo más tranquilo posible, no hay margen para el error. Sabés que si te adelantás a algo o no respetás las reglas, puede terminar en la muerte de una víctima, de un compañero o de uno mismo», deja en claro. «La primera norma es recordar que un bombero o rescatista no se tiene que convertir en víctima de la situación. Todos lo sabemos», enuncia, mientras vincula esa presión con el atletismo. «Cuando estás ligado al deporte y lo llevás como un estilo de vida, la adrenalina se maneja distinto. Uno se maneja con otra calma mientras viaja en el camión rumbo al incendio». Y, rápidamente, traza un paralelismo entre su pasión deportiva y su vocación: «Algunos entrenamientos me sirven para manejar esa templanza interior, como el poder controlar la respiración, o en las situaciones en las que hay que manejarse con un equipo con respiración autónoma. ¿Querés un ejemplo? Hacé pasadas con poca recuperación y lo vas a entender», afirma.

Sin tiempo para relajarse

Su presente lo ubica entre los 20 primeros de las clasificaciones generales en la mayoría de las pruebas en las que compite. Ahora, el objetivo es bajar los 33 minutos en los 10.000 metros en pista. En campeonatos provinciales sumó una medalla de plata en los 3.000 metros con obstáculos cuando estaba en la categoría juvenil; ya en mayores obtuvo dos bronces en la misma especialidad.

Generalmente, sus actividades encajan y no tiene problemas para combinarlas. Pero a veces, el cansancio le pasa factura. Después de correr sus primeros 21K en Chivilcoy, el rendimiento no le demandó mayor esfuerzo físico, salvo cuando terminó y se relajó. «La carrera la terminé bárbaro, pero una hora después sentí el agotamiento. Hubo una llamada por un incendio en una casa y por poco no llego a subirme al transporte, estaba muy cansado; estaba agotado», bromea el corredor, que aún así cumplió con su responsabilidad social. «Como debía ser», cierra.

La Nación