Las mujeres kurdas, en medio del huracán geopolítico de Siria y Turquía

Melike Yasar, representante para América Latina del Movimiento de Mujeres de Kurdistán, reveló a Télam el papel y el lugar de las mujeres kurdas en el intrincado y violento ajedrez internacional que arrasa Siria y atrapa, entre otros, al pueblo kurdo también en Irak y en Turquía.

Tres años atrás, las imágenes de combatientes kurdas que defendían Kobani contra el Estado Islámico (EI) estuvieron entre las primeras que presentaron un rostro ante el mundo entero del conflicto sirio desde 2011, y ganaron la simpatía del planeta con esas milicianas.
«Pero esa lucha armada no es más que el 10% de la lucha de las mujeres kurdas», le dijo a Télam Melike Yasar. «La nuestra no es solo una lucha por la liberación de la nación kurda sino además contra el patriarcado. El 90% de nuestra lucha busca crear una sociedad libre, cambiar la sociedad feudal donde la religión islámica tiene tan importante papel».
Ahora esas mujeres enfrentan al «EI en el norte de Siria y de Irak, pero desde hace más de 40 años están combatiendo contra el estado turco, contra el estado iraní, y contra el patriarcado», agregó.
La mención a la reciente intentona militar en Turquía, el conflicto armado entre grupos kurdos y el gobierno turco, y la presencia del EI se hace, por eso, inevitable.
La representante del movimiento de liberación kurdo afirmó que «nosotros no hablamos de ‘después del golpe'», que como «golpe civil, recién empieza ahora».
«La nuestra no es solo una lucha por la liberación de la nación kurda sino además contra el patriarcado. El 90% de nuestra lucha busca crear una sociedad libre, cambiar la sociedad feudal donde la religión islámica tiene tan importante papel» «El presidente turco, ahora, se presenta como defensor de la democracia pero excluye de toda participación a fuerzas que verdaderamente trabajan por ella, en especial el partido HDP. El Partido Democrático de los Pueblos (HDP) Los kurdos están más excluidos, y peor, que antes», aseguró.

El movimiento kurdo cree que Erdogan, sin decirlo, está tratando de unir la sociedad contra los kurdos, al tiempo que responsabiliza a los autores del golpe fallido por la guerra en el Kurdistán, en el sur y el este de Turquía, pero, cuestionó Yasar, «¿quién sino él les abrió las puertas?».
«Gülen buscaba votos a través de Erdogan, y para conseguirlo se inició una campaña de medios y redes sociales que planteaba la necesidad de terminar con el movimiento kurdo, negando la existencia de los kurdos, y llamando al voto por Erdogan. En un país donde no existe la democracia todos pueden dar golpes», sintetizó.
Al mismo tiempo, para la militante «aún cuando sabemos que Turquía es el gran apoyo del EI, Erdogan está tratando de involucrar tanto a los kurdos como al EI (en guerra mortal entre sí) con el clérigo Fetullah Gülen».
Pero al sur de la frontera turca, según Yasar, en las zonas del norte de Siria donde se estableció, el movimiento de liberación del pueblo kurdo dio a las mujeres un papel muy importante porque «busca crear una sociedad nueva, a partir de la propuesta del confederalismo democrático, dentro de una perspectiva que tiene en su centro a la liberación de las mujeres».
«Bajo este sistema, todos los pueblos de la zona que en kurdo denominamos Rojava (el norte de Siria), tendrían un espacio para desarrollarse y vivir como quieran, cosa que no era posible antes, cuando solo los árabes podían hacerlo», aseguró.
Agregó que después de la división del Kurdistán entre cuatro países, en 1923, la presión asimilatoria sobre los kurdos en Siria, especialmente bajo el «régimen de (Bashar al) Assad», era más dura incluso «que la imperante en los otros tres países donde viven: Turquía, Irán e Irak».
Sin embargo, cuando estallaron las hostilidades, aclaró, el movimiento de liberación kurdo decidió no pronunciarse contra Damasco ni contra la coalición que lo combate.
Allí donde se asentó no hay, enfatizó Yasar, una «administración kurda», sino «una administración de confederalismo democrático» de la que participan hombres -y mujeres- de los diversos pueblos que allí residen.
Acentuó, luego: «No luchamos para crear un estado nacional, sino una sociedad kurda libre, con autonomía». Las milicianas «se plantean que las armas que empuñan no están para defender el territorio de un estado nacional kurdo, sino el sistema que procuran crear».
Pero, además, declaró, ese sistema no está concebido solo para los hombres y las mujeres kurdas, sino también para los hombres y -especialmente- las «mujeres árabes, asirias, armenias, chechenas y turcomanas».
Por eso mismo, el Movimiento de Mujeres de Kurdistán está convencido de que el esfuerzo de las mujeres kurdas «podría cambiar la situación no solo en el Kurdistán sino en todo el Medio Oriente»… y en muchos sitios más.
De allí la propia actividad de la representante para «crear un intercambio entre las mujeres en América Latina y las del Kurdistán, pero además para aprender de la rica experiencia de las mujeres de América Latina».
«La liberación de las mujeres implica establecer una cuota del 50% en la distribución de los cargos», señala, en un ejemplo que las vincula con el movimiento «uno y una» en la Argentina.
En todas las estructuras políticas del norte de Siria bajo control kurdo, agregó, «hay un sistema de copresidencias, una mujer y un hombre presiden juntos».
Hay mujeres kurdas, en una región tradicionalmente patriarcal, que «están construyendo las ciudades, las escuelas, formando a las mujeres no solo para los grupos de autodefensa sino para todas las estructuras políticas».
Mientras que en general el movimiento de liberación kurdo busca impulsar formas de producción cooperativa y asociativa, aparte del manejo de los recursos naturales según las necesidades de sus habitantes, «las mujeres tienen sus propias cooperativas».
«De mujeres, pero producen para todos», puntualizó, buscan «organizar a las mujeres, para que en el futuro participen de la vida económica» en una región donde la mujer estaba enclaustrada en lo doméstico.
Y donde la poligamia, el femicidio por honor y la venta en matrimonio de niñas de 8 años eran, hasta tiempos muy recientes, algo común.

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