Sarmiento- Macri: la violencia en todo

3marzo

Por* Sergio Carciofi

Cuando no recordamos lo que nos pasa, nos suele suceder las mimas cosas…” Mignona – Nebbia “Quien quiera oir, que oiga” (1984)

La identificación del macrismo con la figura de Sarmiento es conocida. Basta señalar la distribución de las computadoras en las escuelas de la ciudad de Buenos Aires con el nombre de “plan Sarmiento”; el libro malísimo que uno de sus entusiastas periodistas y ahora intendente de 3 de Febrero, Diego Valenzuela, escribió sobre Sarmiento, que olvida gran parte de la Historia, confunde tantas otras y tergiversa las que quiso tomar en serio (para ampliar ver «Valenzuela y Sanguineti tampoco cuentan la historia completa» http://sergiocarciofi.blogspot.com.ar/2012/09/de-una-punta-otra-de-la-historia.html), y que solo tuvo como mérito haber sido citado por Cristina Fernandez de Kirchner en uno de sus anuncios de Casa Rosada; y, también, en la defensa corporativa contra las nuevas investigaciones que muestran al Sarmiento que no solo repudiaba  las formas sino que proponía “La violencia en todo”.

Y es en este punto donde el macrismo encuentra un sustento histórico lineal. Al asumir la presidencia el 12 de Octubre de 1868, Domingo Faustino Sarmiento propone una línea dura de gobierno. El sanjuanino se enfrentaba con el desafío de consolidar al proceso de organización nacional iniciado después de la batalla de Pavón y la presidencia de Bartolomé Mitre. Sin aliados y sin partido político propio, Sarmiento trato de imponer, y lo logró en gran medida, el proyecto liberal que sirvió de base para constituir el orden conservador (ver Natalio Botana, y su ya clásico libro sobre el tema) y consolidar el modelo económico agroexportador que privó a la Argentina naciente de la posibilidad de insertarse industrialmente en el mundo.

Ese proyecto, Sarmiento lo continuó hasta cumplir con el genocidio del pueblo paraguayo en la “Guerra de la Triple Infamia” y la persecución despiadada y sangrienta del Mariscal Solano López, que celebró, según sus propias palabras, diciendo: “Es providencial que ese (…) idiota, borracho y feroz (…) haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní; era preciso purgar a la tierra de toda esa excrecencia humana”. Y continuó con razias policiales a opositores y fusilamientos masivos de supuestos amotinados (Ver Loncogüé: los fusilados de Sarmiento, S. Carciofi), y con el exterminio sistemático de los pueblos originarios que veían arrasar sus tierras y asesinar a sus mujeres e hijos. La violencia en todo fue la consigna del gobierno de Sarmiento y la aplicó con mano de hierro.

Pero Sarmiento tuvo una gentileza democrática para sus pares: dejó abierta la posibilidad de que el periodismo de una batalla abierta contra su gobierno. Evitó la censura y se preocupó por dar el mismo, con su pluma, el debate en los medios gráficos de la época. Y cuando el diario La Nación de Mitre intentó hacer un golpe de estado a su gobierno, emitiendo entre sus publicidades mensajes encriptados para coordinar el movimiento de tropas, ordenó cerrar el diario La Nación, pero también su diario y todos los diarios. Claro que el pueblo llano no tenía el beneficio de dar batalla en ese nivel, y nunca sabremos qué decisión hubiera tomado Sarmiento si la población autóctona y los gauchos hubieran tenido esa posibilidad.

Lo que sí estamos comprobando es que el sarmientismo del macrismo, base histórico-ideológica del PRO, ahora que es gobierno decidió también aplicar la “violencia en todo”, para borrar por decreto leyes votadas por el Congreso, eliminar por una supuesta confusión no corregida aún la Ley de Financiamiento Educativo y todo el plexo normativo que la acompaña, en designar a dedo y como meros gestores a dos jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, para reprimir a balazos a las protestas de los trabajadores despedidos en empresas y en el Estado, o las murgas de las villas. “La violencia en todo” para criminalizar la protesta y poder encarcelar a una dirigente social como Milagros Sala porque es india y porque el gobernador de Jujuy tiene un problema personal con ella. Para también endeudar al país, devaluar la moneda y hacerle pagar a los trabajadores el costo en la depreciación del poder de compra del salario. El macrismo aplica la violencia y no le importan las formas institucionales. Tampoco le  importaban a Sarmiento esas formas, más bien festejaba e impulsaba otro tipo de formas: cuando, siendo gobernador de San Juan, al recibir la noticia de que habían apuñalado indefenso al Chacho Peñaloza, y luego decapitado y puesta en una pica su cabeza en una plaza de Olta, el padre del aula dijo: “he aplaudido la medida, precisamente por su forma” (ver http://www.elhistoriador.com.ar/articulos/organizacion_nacional/el_asesinato_del_chacho_penaloza.php).

Esta forma es la forma de la violencia, que a diferencia del sanjuanino el macrismo también aplica a la libertad de expresión. Una violencia que censura la voz opositora más vigorosa de la oposición, que es la voz de Víctor Hugo Morales. O que coarta la posibilidad de que los programas televisivos representantes de más del 48,6% de los argentinos no tengan posibilidad de salir al aire en los canales públicos, o que eliminan la Ley de Medios y desmantelan la autoridad (AFSCA) que viene a ponerle democracia a los medios de comunicación. En esto se diferencian de Sarmiento, pero a juzgar por los contextos no difieren de sus premisas básicas que proponen “la violencia en todo”.

La historia de los gobiernos de derecha, en todas sus expresiones, siempre ha sido sangrienta y autoritaria, justamente porque juzgan a las formas que pueden contrapesar sus decisiones como obstáculos para sus intereses. Por encima se calzan el ropaje del consenso, el diálogo, la tolerancia o el respeto a la opinión del otro. Tenemos fundadas razones para no creerles y pensar que es muy probable que nos vuelvan a suceder las mismas cosas.

 

*Sergio Carciofi,Concejal FPV Carlos Casares

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