Entrenar públicos para formar ciudadanos (por Adrián Vila )

 

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Estas líneas tienen como finalidad aclarar algunos puntos acerca de políticas culturales, sobre todo, en relación a la Nota de Opinión del exconcejal Pablo Poggi publicada en La Razón el día 12/01/16 («La política cultural no es una herramienta simbólica»). Hay que reconocer el esfuerzo de Poggi por ejercitar una autocrítica de la gestión municipal de la que formó parte y agradezco algunos términos elogiosos hacia mi persona (mi respeto es recíproco).

Creo que Poggi se pierde en algunos de sus argumentos: no es que el Estado municipal de la década pasada haya  pensado «que poniendo plata en la demanda se hacía cultura». Hace, por lo menos, 30 años que no hay políticas culturales desde el Estado argentino que apunten a la formación de públicos. O al entrenamiento cultural del último eslabón de la cadena: el ciudadano de a pie. Un vector común a las políticas culturales, por lo menos desde la primera gran inflación de la década de los 80, es que se subsidiaron el nivel de la producción y de la distribución cultural. Es decir: autores, artistas, compositores y empresas productoras, teatros, bienes culturales. El gran dilema de las políticas culturales es que no hubo formación de públicos y eso empobrece también la oferta. Valga un ejemplo: siempre es mejor que haya bibliotecas en los hogares argentinos. Eso convierte al libro en un objeto cotidiano habitual y facilita su lectura. Pero eso no mejora las formas de  la lectura. La habitualidad de posesión de un bien cultural no constituye por sí sola una forma de subsidiar su apropiación: la cultura termina de ser apropiada cuando la gente (en este caso, los lectores) entienden de qué se trata eso que viene en el objeto cultural (por ejemplo: una novela y las maneras literarias en que se expresa su autor).

Esto deriva en dos cuestiones: 1) ¿Es posible redistribuir signos en una economía (material) desigualitaria? 2) ¿Es posible redistribuir riqueza en una sociedad donde no hay redistribución del conocimiento?

En relación con la 1ª pregunta creo que es muy difícil pero no imposible: el caso de Brasil es una prueba empírica de lo mismo («los que estudian de noche» nomina Roberto Mangabeira Unger –exministro de Planificación Estratégica de Lula– a quienes, a contraluz, como nuestros antiguos obreros de principios del siglo XX, estudian a la salida del trabajo «y que inauguran en Brasil una cultura de la iniciativa»).

En relación con la 2ª pregunta, creo que no hay posibilidad de generar una sociedad más integrada e igualitaria si no se redistribuye conocimiento junto con recursos materiales.

De todas maneras, a la larga, cuando se redistribuye(riqueza y símbolos), las propias sociedades perciben la necesidad de no ser «representadas por terceros», sino constituirse en ciudadanos libres: para eso es necesaria una política cultural profundamente democrática, diversa. Por esoapuntamos a invertir (dinero público, esfuerzo) en el nivel más extremo de la escala: en el nivel del entrenamiento de públicos. Y que articule, conecte cultura y… educación.Los vecinos tienen que saber qué obra pictórica están viendo, de qué escuela era el pintor, a qué temas refería, qué marco histórico tenía la obra y su autor. O entender qué cosa estamos escuchando y leyendo. Sino, es un pozo roto donde los recursos públicos pasan de largo en momentos donde el recurso presupuestario no abunda.

Tenemos la obligación de incorporar a nuestros chicos (sobre todo, los de las zonas más humildes de la ciudad) a una política cultural que los forme, que los eduque en las «cuestiones del arte», así como tenemos una generación de «mayores jóvenes» que estuvieron toda la vida preocupados por el campo artístico pero la actividad familiar y laboral no les permitió desarrollarse. Nos sentimos interpelados por esos dos extremos generacionales (chicos y mayores activos) para su incorporación ciudadana a las políticas culturales del municipio. Y, para eso, disponemos de la invaluable riqueza patrimonial de nuestra ciudad: un museo de Artes Plásticas con un repertorio excelente, fruto del ahorro y la inversión de 4 generaciones de chivilcoyanos; un Complejo Histórico (Archivo incluido) de gran nivel; un Archivo Literario muy bien documentado; una vida cultural muy desarrollada: teatros, ballets folklóricos, murgas, comparsas populares, grupos de música folklórica, de rock, de cumbia, de tango; cantantes de gran nivel; escritores de narrativa y poesía con un nivel de producción envidiable; profesores e intelectuales con un altísimo nivel académico; fotógrafos; escultores; artistas plásticos; profesionales cuentacuentos; titiriteros; malabaristas; cineastas y videastas; revistas culturales diversísimas; radios AM y FM que cubren un aspecto muy amplio de programación musical; periodistas especializados; organizaciones de escritores, de artesanos, de artistas plásticos, de músicos; organizaciones de las colectividades que componen nuestra trama ciudadana; etc. Celebro que podamos discutir estos temas: nuestro Chivilcoy se lo merece.

 

Dr. Adrián Vila